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viernes, 21 de marzo de 2014

¡Ay madre mía!

No se sabe exactamente qué día nació Heliodoro Villar. Jamás lo reveló, ni tampoco su familia. Ni siquiera se conoce la fecha de su muerte. Lo único cierto es que vino al mundo en 1914 y lo dejó en 2006, casi un siglo después. Muchos lustros entre bípedos desagradecidos, que diría Dostoievski, y a los que Cervantes, aunque murió de viejo, no acabo de comprender, por ser cada individuo una variedad de su especie.1

La memoria de Heliodoro empieza en 1936, en la minúscula pedanía de Villafer, al sur de la provincia de León. Tenía 22 años en el momento que se produjo el "Glorioso Alzamiento", tristemente infernal. Reflejo de humildad, vivía de su trabajo en el campo y como obrero en obras públicas. Soñaba con mejorar, con prosperar, con un futuro socialmente ecuánime. Estaba afiliado a las Juventudes Socialistas y a una sociedad de trabajadores de la tierra adscrita a UGT. Tras la victoria del Frente Popular, su organización sindical había logrado repartir durante el verano sesenta días de faena entre todos los habitantes del pueblo. Mala suerte. Jamás llegó a labrar. 

viernes, 14 de marzo de 2014

Sic semper tyrannis

Si les digo Charles Louis de Secondat, probablemente les suene a chino. Bueno, a francés. Caerán en la cuenta de quien es cuando revele su identidad pública, la de Barón de Montesquieu. Aquel famoso bordelés cercano al ideal empirista de John Locke fue el primero en poner voz, y pluma, a la separación de poderes que, pese a que damos por descontada, tanta sangre, tantas decepciones y tanta brega ha costado conseguir.

viernes, 7 de marzo de 2014

Democracia cultural, la cultura de la democracia

El siglo XX, en particular la segunda mitad -tras el final de la gran guerra-, supuso el espaldarazo definitivo a la democracia. La expansión de la mundialización, con su consiguiente aderezo de reconversiones industriales y deslocalizaciones, y el clímax que alcanzó el capitalismo postmoderno basado en la especulación bursátil contentaron a unas sociedades que se han caracterizado por: a) convivir en paz durante un largo periodo de tiempo, algo que no se había dado nunca antes en la historia y b) una alienación social de la que ya avisó Karl Marx doscientos años atrás. Maticemos este último punto: el hombre del siglo XXI es, desde luego, quien más acceso ha tenido a la información y al saber en todos los campos, ora científicos, ora humanísticos, ora sociales. Sin embargo, continúa partiendo de un desconocimiento absoluto, como se refleja en la extrañeza que representa un mundo que no comprende. De ese modo, se le priva parcialmente de ser dueño de sí mismo, o sea, de la autodeterminación que tan de moda está con el lío éste del debate secesionista.