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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Vallecas

Hay lugares en el mundo que son mucho más que eso. No es un eslogan publicitario, tampoco el reclamo comercial de una agencia de viajes. Hablo de lugares que nada tienen que ver con la belleza -al menos con sus cánones establecidos-, con la acumulación de artistas, con la bohemia o con el desarrollo económico. Son lugares dónde el gris de su paisaje, la lobreguez de sus calles o la humildad de sus edificios no distorsionan su esencia. Lugares dónde es el paisanaje el principal protagonista: artífice y a la vez intérprete de su propia historia. Lugares incapaces de pasar desapercibidos. Lugares vivos. Lugares que no dejan indiferente a nadie. Lugares cuya identidad va más allá que la de cualquier otro lugar, por bello u opulento que sea.

Uno de los efectos más salvajes de las recesiones económicas, entendidas como depresiones severas que suponen algo más que un simple ciclo sistémico, es su expansión hacia otros apartados de la realidad social. Se denominan crisis porque hacen tambalear el sistema en su conjunto, provocando cambios sustanciales en la manera de entender lo que nos rodea. La recesión que empezó en 2008, por consiguiente, ha tenido efectos depredadores en todos los ámbitos: social, político, cultural, moral. Lo que diferencia estos lugares del resto es que cuando la voracidad de la crisis golpea, esos lazos sociales, esos valores morales en los que firmemente creen se ven reforzados en vez de destruidos. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Desde la azotea

Hace más de un año que inauguramos este blog. Impensable era, en aquel momento, imaginar que hoy estaríamos con vosotros luego de más de cincuenta entradas. Ha llegado el momento, una vez adquirida la madurez necesaria, de experimentar. Queremos ofrecer algo distinto, novedoso, para evitar que caigamos en la monotonía. Los temas de preocupación continúan siguen siendo los mismos: la incesante lucha, que ha existido desde el inicio de los tiempos, de los de abajo contra los de arriba. O mejor dicho, de como el pueblo prosigue en su intento de alcanzar el poder, de mirar desde lo alto y verse cara a cara con sus iguales. Sin complejos. Nos sigue ocupando lo social, la denuncia de los abusos, la alienación del individuo, la violación de los Derechos Fundamentales, la subordinación del poder político al económico, la injusticia de ser gobernado por auténticos corsarios. 

Por eso, hemos decidido ir más allá, dar un paso más, mirar al mundo con ojos diferentes y hacer lo que nos gusta: escribir. Dijo Ibsen, "grande o pequeño, todo hombre es un poeta si sabe ver más allá de sus actos". La poesía equipara a los hombres. Los hace mirarse de tú a tú, los hace ver más allá. Y es que, como nos enseñó Aleixandre, o es humana o no es. Si la poesía es capaz de devolvernos aunque sea un poquito de humanidad, es porque es mundana y humanamente indispensable. Ya tienen su '¿para qué?'

DESDE LA AZOTEA

La fiebre se desbordó
y el cemento corrió como el oro.
Encerrados tras una cerradura
de mecanismo complejo.
Encierro laberíntico en mente cerrada.
Quemaron la llave.
Cercenaron el cerebro.

Armados monstruos sin vida
luchando
contra vidas inermes.
Demolieron la vida
y construyeron esqueletos inánimes.
Armados monstruos sin corazón
tan solo son
esqueletos inánimes.

Mires a dónde mires, allí los verás.
Se yerguen hacia el cielo
altivos, pero sin vida.
Son fruto de la razón.
Sinrazón razonada.
Racional.
Como el hombre frío,
inánime,
sin corazón.
Como la mente que solo entiende de oro.
De cemento.

Mires a dónde mires, allí lo verás.
Desteñido mar naranja.
Enladrillaron la vida
y nos tapiaron el horizonte.
Apagaron la luz
y el resplandor nos cegó.
Era oro.
Oro gris en un mar naranja. 
Ya no se veía cielo, ni tierra.
Ya no corría el viento.

El conocimiento yacía ahogado.
Olor a papel húmedo.
Encerrado en un pétreo mar naranja.
El conocimiento encerrado, 
cercado por gigantescos monstruos
bañados en oro gris.
El conocimiento flotando en un mar naranja.

No se veía vida desde la azotea.
Sólo un engranaje oxidado,
unas historias desahuciadas
y un salvaje mar quieto.
No había vida, había víctimas
de un sistema maquiavélico.
Construyeron el progreso olvidando 
al mundo que,
ahora,
olvidado, 
desahuciado,
no es más que una marea.
Sabia. Pura. Cristalina.

Una marea capaz de abrir encierros,
de rescatar a Rapunzel,
de salvar los libros.
Una marea capaz de derribar muros,
paredes,
grúas.
Una marea que derriba construyendo
frente a quienes construyen derribando.

Ahora
el mar ha perdido su calma.
Movimiento.
Ha empezado el cambio.
La fiebre pasó.
De ella
solo quedaron esqueletos inánimes.
Pero ha empezado el cambio.
Subió la marea
y lo inundó todo.
La vida se coló dónde no vivía nadie.

Ahora
el mar ha perdido su calma.
Movimiento.
Ha empezado el cambio. 
Los de abajo han conquistado la azotea.

martes, 11 de noviembre de 2014

Bisturí

En los países islámicos dónde se aplica la ley sharia se mantienen vigentes macabras costumbres jurídicas como la de cortar la mano al autor de un robo. Desde luego, esas normas son, brutales, además de absurdas, desproporcionadas y técnicamente anticuadas, pues, en la mayoría de los casos se emplean instrumentos como hachas o machetes, se deniega atención médica al ladrón y el castigo se efectúa de cara a un público que jalea la tortura sobre el presunto culpable. 

En los países occidentales, en los que presuntamente reina la paz social, la armonía y el civismo, el robo es, probablemente, el delito peor regulado del código penal. En España, la ineficaz diferenciación entre hurto y robo, por ejemplo, apenas sancionaba a quienes sustrajeran bienes de un valor inferior a 400€. Tampoco existen medidas que repriman con la dureza necesaria la sucesión de ese tipo de actos delictivos, con lo que han proliferado en las grandes ciudades los delincuentes con múltiples antecedentes y pequeñas penas que, aprovechándose de la benignidad de nuestro sistema jurídico, viven -literalmente- de mangar todo lo que les viene en gana. 
De manera paradójica, llegan a nuestros oídos condenas ejemplares por afanar simples boberías, como la de Emilia, una joven madre valenciana que ingresó en prisión por gastar 193€ de una tarjeta que encontró para pagar pañales y comida.
La propiedad privada, como ven, se protege de una manera un tanto curiosa en España.