Hace unos años la palabra crisis recordaba a una de tantas megaproducciones cinematográficas apocalípticas en las que la destrucción total amenazaba nuestro planeta y en las que un musculado guaperas y una rubia voluptuosa eran la última esperanza para salvar a la Humanidad, tarea que siempre resolvían con éxito. Hoy en día, aunque Zapatero se resistiese a pronunciarla, tal vez para evitar el desastre de la Tierra, se ha ganado por derecho propio un lugar especial en nuestro vocabulario. Nos abotarga escucharla a diario, ya sea en prensa escrita o en televisión, en las tertulias de los cafés o en suplementos publicitarios. Estamos hasta los cojones de la maldita palabreja, la espada de Damocles que se cierne sobre cualquier intelecto sano, o medio sano. No obstante, resulta cómico como insignes personajes hacen cábalas acerca de su duración o lanzan propuestas como si fueran curanderos de pueblo, haciendo honor a ese programa de Canal +, "Ilustres ignorantes".
Mosca cojonera en la red, mosca polémica. Dijo Baroja, "el nacionalismo se cura viajando y el carlismo leyendo". Desde qué lo escuché, viajo y leo. Lo llaman democracia y no lo es. Los artículos no están completos. Si están interesados en alguno, hagan clic en la pestaña "seguir leyendo". Así, me harán el favor de poder contabilizar las visitas en cada entrada.