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viernes, 30 de mayo de 2014

Del bipartidismo al unipartidismo

Mucho champán se ha descorchado desde que los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo sacaron a relucir el tremendo varapalo sufrido por el bipartidismo. Supongo que no sería Moët Chandon, sino otro de una calidad algo inferior, teniendo en cuenta de dónde proceden las celebraciones. Tanto PP como PSOE, aunque siguen siendo las dos fuerzas más votadas en España, perdieron un número demasiado significativo de escaños, y de votos. En total, 17 escaños menos, un 31% de los sufragios y más de 5 millones de los mismos en una situación similar a la de 2009, pues el descenso de la abstención fue ínfimo. 

Con la caída de los dos gigantes, un buen puñado de nuevas formaciones se ha abierto hueco en el panorama europeo. Izquierda Unida ha ganado cinco parlamentarios, los mismos que ha sumado Podemos en sus primeras elecciones. También ha irrumpido con fuerza Ciudadanos, ha mejorado sus anteriores resultados UPyD y hasta ha sacado escaño la formación verde Primavera Europea. 

La noticia ha sido recibida de manera positiva entre la ciudadanía. Del mismo modo que se abre un nuevo elenco de políticos que aglutina más ideas y propuestas, las votaciones pueden haber servido como un toque de atención a los dos partidos mayoritarios, que desde 2011 cumplen a rajatabla el libreto del drama teatral "cómo cagarla con la crisis".

martes, 27 de mayo de 2014

Europa es abstemia

Europa se despertó el domingo en medio de un delirium tremens1. Mitad por la resaca post-sábado noche, mitad por la resaca pre-elecciones europeas. En el computo global, podemos decir que Europa padece de síndrome de abstinencia: la abstención se situó en el 57%, y eso que es la primera vez que baja en los comicios europeos.

Cuando más de la mitad de la población tiene la posibilidad de elegir quien les representará en su máximo organismo supranacional y decide descartarla es que algo falla. Pueden incidir muchos factores: el descrédito de la casta política, la desesperanza ante una crisis asfixiante o la escasa importancia del Parlamento Europeo, siempre en manos del Consejo, o sea, siempre en manos del más poderoso; Alemania. Sea como fuere, la conclusión es una sola: con la abstención perdemos todos, pierde la democracia.

viernes, 23 de mayo de 2014

Liberté, egalité, fraternité

1789. El mundo occidental está compuesto por diferentes pilares, misceláneos pero compatibles. La democracia ateniense, los principios morales católicos, la declaración de derechos británica, el liberalismo estadounidense, el derecho constitucional moderno -que sienta sus bases en el siglo XVIII- etc. Sin embargo, se antojaría imposible comprender con plenitud la historia y el desarrollo de nuestra civilización sin tener en cuenta los hechos acaecidos a partir de esa fecha: 1789.

La Revolución Francesa marca un antes y un después en la historia de Occidente. Si bien no concluye con el resultado esperado -sino con una ola de terror y el posterior régimen unipersonal de Napoleón Bonaparte-, ni consigue instaurar el liberalismo en Francia -durante el siglo XIX se sucederán las Restauraciones monárquicas y las Repúblicas-, sienta las bases tanto de la democracia como forma de gobierno, que alcanzará en el siglo XX su estabilidad, como del nuevo orden social, abandonando el sistema estamental para abrazar el clasismo con la burguesía como clase social dominante.

viernes, 16 de mayo de 2014

Regnat Populus

Los viernes son siempre sorprendentes. Furtivos. Oscilan entre la ilegalidad, la benignidad, la pereza, el desasosiego y el relax final. Dejando, eso sí, su siempre toque amargo y meditabundo. En ocasiones, los viernes son como el cine. Una caja de sorpresas.

¿Por qué no sorprenderles entonces? Mira que hay temas pendientes. Ucrania, fragmentada. Isabel Carrasco. Las europeas, a la vuelta de la esquina, y el debate Cañete vs Valenciano. No. Hoy les sorprenderemos. Escribimos desde el sofá y no desde el escritorio. Un pequeño paso para el hombre...

Jamás entenderé qué se puede pasar, en un primer momento, por la mente de los grandes genios. Esa luz, la idea principal, el punto de partida hacia una obra maestra. Lamentablemente, no soy un genio.

¿Alguno de ustedes ha pensado en Arkansas, "el estado natural", como su shangri-la particular? No creo. Juncos bañados por el majestuoso Misisipi, frondosos árboles que oscurecen la Estados Unidos rural, degenerada, nebulosa. Cartles parpadeantes en un bar de motero, carteles de "Bud light", esas chorradas comerciales. La idiosincrasia americana, vaya. No pasar.

En ocasiones, junto con los viernes y el cine, los lugares más remotos y antiestéticos nos deparan verdaderas lecciones de humanidad. Lugares dejados de la mano de dios, apartados. Sub-culturas incivilizadas, bárbaras, indecorosas. La caducidad del progresismo hueco a solo una manzana de distancia. 

La imperfección del mundo, oh, sempiterno tema sobre el que reflexionar. ¿Qué aconseja la ética? ¿Ser lobos o corderos? Da igual. Todos hemos cavilado alguna vez sobre ello. Y los pensadores, hasta han elaborado sus propias tesis. Sin embargo, nadie coincidió en el punto clave. El que se le escapa al cine, el que te puede deparar un viernes: somos nosotros, los humanos, los que afeamos el mundo.

Friedrich Nietzsche auguró un día la llegada del superhombre. Totalmente libre, totalmente independiente, totalmente convencido, totalmente fuerte, totalmente valiente. Apaga y vámonos. La primera luz del genio trajo el caos. Para su persona, murió casi esquizofrénico. Para la humanidad, el vaticinio del hombre más violento que jamás haya pisado la Tierra.

Friedrich Nietzsche asoció al niño la esencia del hombre, del superhombre. Quiso rendir un merecido homenaje a esas crías despiadadas y crueles. Salvajes. Incivilizadas y bárbaras. Al igual que Arkansas. Quizás sea el niño el hombre más violento que jamás la haya pisado. La infancia es sinónimo de destrucción. Su ingenuidad y su apego a la verdad pueden perfectamente ser armas de destrucción masiva.

Es viernes, pienso. Luego existo. Alguna vez existió un hombre que creó el viernes (como concepto). Y otro que creó el cine. Y otro que creó Arkansas. Y otro que creó las armas de destrucción masiva. Y otro que plasmó al papel sus pensamientos. Y otro que parió al superhombre. Hubo quien navegó por el Misisipi, quien comercializó sofás o escritorios por primera vez, quien se apoderó de los lobos, los corderos y hasta de Nietzsche para sembrar el terror. Y otro que dudó y cimentó su seguridad en la existencia. Los hubo caóticos, esquizofrénicos, creyentes, impíos, honrados, cultos. Hubo genios, hubo dementes. Hubo, y habrá, hombres. Humanidad.

Tal vez sea ése el peor de los castigos. La humanidad, el hombre. Nos empeñamos en construir la máquina más sofisticada del universo, a la que llamamos sistema, sin enterarnos de que lo éramos nosotros. Nosotros, los humanos: ingobernables, nuestro peor castigo. Nos jactamos de ello. De ser la peor de nuestras condenas. Y creamos, puede que entre todos, el perdón, el indulto.

"Eso es ser hombre: horror a manos llenas". Escribió Blas de Otero, desesperado. Más tarde, terminó convirtiéndose en el más convencido de los filántropos.

Cuando entras en Arkansas, te recibe una bandera de fondo rojo, y estrellas azules sobre un rombo blanco. Un pabellón que se asemeja demasiado al de la armada confederada. Cuántos negros, cuántos esclavos, cuántos humanos cayeron al Misisipi en aquella guerra.
Cuando entras en Arkansas, te recibe un lema: "regnat populus"1. Como si quisiera decir, aquí reina el pueblo, quédense tranquilos. ¿Cómo vamos a estarlo si reinamos nosotros? Los hombres; los humanos. Filántropos, pero irregibles. 

NOTAS:
1-"Regnat populus" es el lema oficial del estado de Arkansas. Su traducción al castellano sería la siguiente: "reina el pueblo".

viernes, 2 de mayo de 2014

Mandamos nosotros

No soporto las injusticias. Supongo que es una patología común, algo que compartimos todos los integrantes de nuestra sociedad. O al menos, ese pacífico 99% -en el que muchas veces no queremos incluirnos, ya sea a modo de distinción de la poco distinguida masa o por simple y despreciable egoísmo- que es ultrajado diariamente y sin oponer resistencia por el 1% restante de sus congéneres. De todos modos, pueden estar tranquilos, ya que hoy no he venido a analizar esa enfermedad rara que se extiende como las esporas en nuestra sociedad: la del inmovilismo apolítico.

Está bien, soy yo quien se ha inventado esa afección. Debe de ser la misma pedantería que me empuja a escribir semanalmente en este recóndito rincón de la red la que así mismo me incita a inventar palabras, y en el caso más insólito como éste, a imaginar -o tal vez descubrir- dolencias.