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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Vallecas

Hay lugares en el mundo que son mucho más que eso. No es un eslogan publicitario, tampoco el reclamo comercial de una agencia de viajes. Hablo de lugares que nada tienen que ver con la belleza -al menos con sus cánones establecidos-, con la acumulación de artistas, con la bohemia o con el desarrollo económico. Son lugares dónde el gris de su paisaje, la lobreguez de sus calles o la humildad de sus edificios no distorsionan su esencia. Lugares dónde es el paisanaje el principal protagonista: artífice y a la vez intérprete de su propia historia. Lugares incapaces de pasar desapercibidos. Lugares vivos. Lugares que no dejan indiferente a nadie. Lugares cuya identidad va más allá que la de cualquier otro lugar, por bello u opulento que sea.

Uno de los efectos más salvajes de las recesiones económicas, entendidas como depresiones severas que suponen algo más que un simple ciclo sistémico, es su expansión hacia otros apartados de la realidad social. Se denominan crisis porque hacen tambalear el sistema en su conjunto, provocando cambios sustanciales en la manera de entender lo que nos rodea. La recesión que empezó en 2008, por consiguiente, ha tenido efectos depredadores en todos los ámbitos: social, político, cultural, moral. Lo que diferencia estos lugares del resto es que cuando la voracidad de la crisis golpea, esos lazos sociales, esos valores morales en los que firmemente creen se ven reforzados en vez de destruidos. 


Tal vez los desahucios hayan sido el fenómeno característico de esta crisis: el sector inmobiliario, de acuerdo con los bancos, creó una burbuja que al explotar pagaron los más desprotegidos. Con sus pisos, y con sus deudas eternas. La ley hipotecaria que ampara los desahucios ha sido criticada por el Tribunal de Justicia de la UE, que otorgó a los jueces el año pasado poderes para frenar las ejecuciones hipotecarias. En cambio, las familias se siguen yendo a la calle por deudas extraordinariamente pequeñas. La Constitución Española dice lo siguiente: "todos los españoles tienen derecho a tener una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando el uso del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos."
El artículo 47 es el colmo de los despropósitos. En primer lugar, no se está cumpliendo el Derecho Constitucional español, ya que miles de familias no tienen dónde hospedarse. En segundo, la violación de tal derecho -el de una vivienda digna- se ha hecho más visible desde el estallido de la crisis provocada por la especulación inmobiliaria. En tercer lugar, juzgamos la actuación de los poderes públicos negligente, puesto que, ni han hecho efectivo ese derecho tan necesario, ni han regulado el suelo de acuerdo con el interés general, ni han impedido la especulación. De hecho, han regulado el uso del suelo de acuerdo con los intereses privados, que curiosamente coinciden con los intereses de quienes crearon esta "magnífica" recesión económica. Por último, la ciudadanía nunca ha sido partícipe de las plusvalías generadas por la acción urbanística. Otra sagrada mentira de nuestros padres constitucionales. 

Al Gobierno no le quita el sueño el artículo 47. Ni PP ni PSOE han hecho nada, ni lo harán, por frenar los desahucios. Mientras, la indignación ciudadana crecía y se transformaba en ilusión, esperanza y lucha con la PAH, Ada Colau y el nacimiento de los primeros movimientos sociales. Las víctimas ya no estaban solas. Muchísima gente anónima se solidarizó con ellos y ayudó a que mantuvieran sus hogares. 

La pasada semana, Carmen, de 85 años, fue desahuciada en Vallecas. La anciana avaló con su piso un préstamos privado de menos de 30.000€ que su hijo pidió para hacer frente a las plusvalías de la compra de otra vivienda. Como muchos españoles, perdió el empleo. Sin posibilidad de hacer frente a la devolución del préstamo, que engordaba con unos intereses del 23%, el resultado fue el que ya saben. O tal vez no.
Las reacciones no se hicieron esperar. El barrio respondió. Muchos acudieron a detener el desalojo, otros muchos la ayudaron de diversas formas. Es uno de los distritos dónde madrileños dónde más ha azotado la crisis -dónde Bankia más desahucios ha ejecutado, por ejemplo-, pero ésta no ha podido acabar con el espíritu combativo de su gente. 

A los pocos días se conocía la noticia de que el Rayo Vallecano iba a pagar, con su entrenador Paco Jémez a la cabeza, un alquiler de por vida para la mujer. El equipo que como muchos aficionados relataron había dado siempre la espalda a los problemas del barrio, quiere ahora convertirse en su nuevo motor social. Cuando pregunté a un amigo rayista que opinaba sobre esto, me respondió: "es lo que hay que hacer. Si somos un equipo de barrio, tenemos que ayudar al barrio". Eso es Vallecas, pobreza con honor, orgullo de clase, Justicia. Eso son los Vallecanos, artífices y a la vez intérpretes de su propia historia. 

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