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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Desde la azotea

Hace más de un año que inauguramos este blog. Impensable era, en aquel momento, imaginar que hoy estaríamos con vosotros luego de más de cincuenta entradas. Ha llegado el momento, una vez adquirida la madurez necesaria, de experimentar. Queremos ofrecer algo distinto, novedoso, para evitar que caigamos en la monotonía. Los temas de preocupación continúan siguen siendo los mismos: la incesante lucha, que ha existido desde el inicio de los tiempos, de los de abajo contra los de arriba. O mejor dicho, de como el pueblo prosigue en su intento de alcanzar el poder, de mirar desde lo alto y verse cara a cara con sus iguales. Sin complejos. Nos sigue ocupando lo social, la denuncia de los abusos, la alienación del individuo, la violación de los Derechos Fundamentales, la subordinación del poder político al económico, la injusticia de ser gobernado por auténticos corsarios. 

Por eso, hemos decidido ir más allá, dar un paso más, mirar al mundo con ojos diferentes y hacer lo que nos gusta: escribir. Dijo Ibsen, "grande o pequeño, todo hombre es un poeta si sabe ver más allá de sus actos". La poesía equipara a los hombres. Los hace mirarse de tú a tú, los hace ver más allá. Y es que, como nos enseñó Aleixandre, o es humana o no es. Si la poesía es capaz de devolvernos aunque sea un poquito de humanidad, es porque es mundana y humanamente indispensable. Ya tienen su '¿para qué?'

DESDE LA AZOTEA

La fiebre se desbordó
y el cemento corrió como el oro.
Encerrados tras una cerradura
de mecanismo complejo.
Encierro laberíntico en mente cerrada.
Quemaron la llave.
Cercenaron el cerebro.

Armados monstruos sin vida
luchando
contra vidas inermes.
Demolieron la vida
y construyeron esqueletos inánimes.
Armados monstruos sin corazón
tan solo son
esqueletos inánimes.

Mires a dónde mires, allí los verás.
Se yerguen hacia el cielo
altivos, pero sin vida.
Son fruto de la razón.
Sinrazón razonada.
Racional.
Como el hombre frío,
inánime,
sin corazón.
Como la mente que solo entiende de oro.
De cemento.

Mires a dónde mires, allí lo verás.
Desteñido mar naranja.
Enladrillaron la vida
y nos tapiaron el horizonte.
Apagaron la luz
y el resplandor nos cegó.
Era oro.
Oro gris en un mar naranja. 
Ya no se veía cielo, ni tierra.
Ya no corría el viento.

El conocimiento yacía ahogado.
Olor a papel húmedo.
Encerrado en un pétreo mar naranja.
El conocimiento encerrado, 
cercado por gigantescos monstruos
bañados en oro gris.
El conocimiento flotando en un mar naranja.

No se veía vida desde la azotea.
Sólo un engranaje oxidado,
unas historias desahuciadas
y un salvaje mar quieto.
No había vida, había víctimas
de un sistema maquiavélico.
Construyeron el progreso olvidando 
al mundo que,
ahora,
olvidado, 
desahuciado,
no es más que una marea.
Sabia. Pura. Cristalina.

Una marea capaz de abrir encierros,
de rescatar a Rapunzel,
de salvar los libros.
Una marea capaz de derribar muros,
paredes,
grúas.
Una marea que derriba construyendo
frente a quienes construyen derribando.

Ahora
el mar ha perdido su calma.
Movimiento.
Ha empezado el cambio.
La fiebre pasó.
De ella
solo quedaron esqueletos inánimes.
Pero ha empezado el cambio.
Subió la marea
y lo inundó todo.
La vida se coló dónde no vivía nadie.

Ahora
el mar ha perdido su calma.
Movimiento.
Ha empezado el cambio. 
Los de abajo han conquistado la azotea.

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