Es un miércoles por la mañana en pleno centro de París, la capital del
mestizaje, en el país más heterogéneo y multirracial de Europa. Armados con
AK-47 y al grito de “Al-lahu-àkbar” -Alá
es grande- abren fuego indiscriminadamente. El resultado: doce víctimas y más
heridos. Tras ese maldito himno, silencio y muerte. Pocos minutos más tarde,
todo se llenará de ambulancias, policías y prensa. El silencio queda cubierto,
no así el enorme vacío que dejan las muertes.
Cuando las masacres se cuentan por decenas, ya sea
en Nueva York o Nairobi, Madrid o Londres, el ciudadano de a pie parece
insensibilizado ante ellas. Se horroriza al principio, maldice un rato, acaba cambiando
de canal. Es la rutina del día de la desgracia. Vil rutina, que parece aceptar
con resignación la perversidad del que quita la vida sin pudor ni reparo. Gajes
del oficio pensarán, el precio que hay que pagar por convivir en una sociedad
plural y democrática. Se equivocan.
El pecado de los inocentes, trabajar en una
revista satírica. Desde el año 2006, cuando Charlie Hebdo publicó sus primeras
caricaturas referidas al Islam, y más concretamente a la figura del profeta
Mahoma, el semanario ha sufrido, con mayor o menor frecuencia, ataques contra
su sede o amenazas contra sus redactores, editores, dibujantes y colaboradores.
Pese a todo, lejos de claudicar ante la intransigencia de quién quiere imponer
sus ideas –que no vamos a molestarnos en rebatir- mediante el miedo y la violencia, la revista siguió publicando, en
clave de humor, sus viñetas y dibujos, sus artículos y editoriales.
En 1988, tras salir a la luz su cuarta novela, “Versos satánicos”, el escritor indio
nacionalizado británico Salman Rushdie
tuvo que huir de su país natal debido a las represalias que la publicación de
su libro podría suscitar. De hecho, India prohibió imprimir y poner a la venta
la obra, y pocos días después se le sumaron una veintena de países, entre los
que cabe citar a Egipto, Túnez o Arabia Saudí. Más graves fueron los hechos
acaecidos en Irán, dónde el ayatollah Jomeini ordenó públicamente su ejecución.
Por el mero hecho de escribir inofensivas palabras, tan preciadas como las que
componen el Corán, el intelectual indio se vio obligado a vivir escondido
durante una década, protegido por la inteligencia británica.
Lo cierto, y lo único evidente en todo esto, es
que a los fundamentalismos religiosos, especialmente al islamista, les trae al
pairo la vida humana. Matan, y en su caso, matar no es el medio para conseguir
el deseado fin: matar es el fin en sí mismo. Ya sea por una simple burla, por
una opinión discrepante, por una caricatura humorística, por castigo tras no
conseguir una compensación económica, por dar relevancia a su “lucha”. Sagrada lucha demente. La
yihad, ese monstruo que lo justifica todo, ese medio que guía su inexplicable
sed de sangre.
Libertad de expresión, libertad de conciencia, libertad
religiosa. Son palabras hueras, despojadas de todo sentido en el ideario del
fundamentalista. La fe ciega, irracional e injustificable, es la que todo lo
razona y justifica. No es de extrañar que sean la sinrazón y la injusticia
quienes rijan tales mentes.
En cambio, sus atroces crímenes parecen haber
servido cumplido su objetivo. El Telegraph, en Reino Unido, pixelaba las
caricaturas del semanario Charlie Hebdo. Mientras tanto, miles de parisinos se
echaban a la Plaza de la República para exigir lo único exigible entre seres
humanos: libertad, igualdad, fraternidad. O lo que es lo mismo, razón y
justicia ante esos seres despojados de toda característica humana. Charb, uno
de los dibujantes más populares de la revista, abatido hoy, se fotografiaba
este verano sosteniendo la portada de una de sus más célebres y polémicas
ediciones, copada por una de sus viñetas, en las que se distingue un matarife
del Estado Islámico degollando a Mahoma.
En el reportaje aseguraba no tener miedo: “prefiero morir de pie a vivir de rodillas”.
A partir de ahora, nos toca a nosotros luchar para que ninguno vuelva a
morir, de pie, o de rodillas. Yo soy
Charlie, tú eres Charlie. Hoy, todos somos Charlie.
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